lunes, 1 de febrero de 2016

DRÁCULA, DE BRAM STOKER

Esta película me fascinó desde sus primeros minutos de proyección, fue un flechazo. La considero una pequeña obra de arte, a nivel artístico es insuperable. Independientemente de la fidelidad real con la novela, que como suele ocurrir nunca logra clavar el libro, algo por otro lado imposible. La lectura de un libro y su percepción por parte del lector es demasiado subjetiva y, aún siendo muy fiel en el contenido, a nadie le suele gustar la forma de contarlo o de mostrarlo en pantalla. De todos modos, es justo decir, que de todas las adaptaciones, para mi es la que más se acerca al libro.
La perspectiva es nueva con esta película, una visión diferente que convierte el mito de Drácula y  la visión terrorífica del personaje en una historia de amor a través de los siglos. "He atravesado océanos de tiempo hasta encontrarte...".
Las intenciones del filme quedan claras con su subtitulo: El Amor Nunca muere...: por si alguien pensaba ver un Drácula al uso, con capa roja y eso, matando por doquier a quien sea hasta que lo destruyen...



El estupendo trabajo de Gary Oldman como vampiro por amor, es incuestionable. Ayudado claro por un estupendo maquillaje. No en vano uno de los tres Oscar que ganó fue por ello (los otros dos: mejor vestuario y mejor edición de sonido), también fue nominada a la mejor dirección de arte. Indiscutiblemente el vampiro se come la pantalla con cada aparición.


Francis Ford Coppola, su director, consiguió regresar al éxito con ella. La critica también le trató bien y hoy en día su visión del vampiro es tan recordada o más que la de las antiguas películas de Hollywood. Lo que demuestra por si sólo la importancia que tuvo este filme en la cultura pop. Se convirtió en una de las películas más taquilleras del año, algo que el director no conseguía desde hacía mucho, mucho tiempo. Además innovó estéticamente y técnicamente a la hora de la realización de sus bellas escenas. La fotografía es excepcional también.


Tanto Keanu Reeves, Winona Ryder y Antony Hopkins cumplen bien en su respectivos papeles, sobretodo Hopkins como suele ser habitual en él. Pero sobretodo hay que destacar a un Gary Oldman en estado de gracia. Interpretando dos personajes muy diferentes que le han proporcionado una oportunidad como pocas de demostrar esa versatilidad que conocemos de él, pero en una sola película.




La atmósfera que despide el filme es cautivadora y mágica en todo momento. La increíble fotografía y puesta en escena de cada toma es exquisita. Algunos momentos e imágenes serían dignos de enmarcarse en cuadros, de tratarse de fotografías. Esa forma de seducir al espectador es su punto más fuerte sin duda y a la vez lo más novedoso en una película de este género. Tratándose de un personaje como Drácula hubiese sido mucho más fácil tirar por algo más cómodo, barato y experimentado.


Otro tema a tener en cuenta es la banda sonora, otra vez estamos ante un gran trabajo.Una música compuesta por el compositor de origen polaco Wojciech Kilar, que confiere la textura sonora necesaria para crear esa atmósfera que comentábamos tan especial y única. Música e imágenes encajan como un puzzle. (más aquí)


La película comienza mostrando al conde Drácula cuando era tan sólo un guerrero enfrentado a sus enemigos, los turcos. La muerte de su amada Elizabetha, desatará su odio y rabia. Sobretodo en contra de su dios al que servía con devoción y convencimiento.  El hecho de romper con lo divino significo convertirse en lo maligno. Cuatro siglos después de estas escenas, Jonathan Harker viajará hasta la residencia del conde para tratar la firma de las escrituras de unas propiedades que acaba de adquirir en Londres. Esta circunstancia hará que el conde descubra, por casualidad, la foto de Mina, prometida de Jonathan. Mina resulta ser la viva imagen de Elizabetha y el conde retrocede 400 años en el tiempo recordándola y en ese momento sentirá que a recuperado a su amada después de tanto tiempo. La adquisición de los terrenos por Drácula pasarán a un segundo lugar. Sólo le servirán de excusa para trasladarse a Londres e intentar recuperar su amor.



Y de este modo, la historia típica y tópica del vampiro de siempre desaparece y estamos ante una bella historia de amor a través de los siglos. El mundo real nos recordará constantemente ante quien estamos y por ello irán en su busca para matarlo, pero el conde tan sólo pretenderá recuperar a su Elizabetha de nuevo.




En esta versión Drácula existe por rabia y despecho hacia su dios, a quien culpa de la muerte de su amada, no por vocación de vampiro. Aunque su naturaleza lo convierta en monstruo, pues necesita sangre para sobrevivir, sólo lo es de cara a algunos. El espectador termina por sentir compasión del conde y por primera vez en la historia de este personaje, desea que escape de su perseguidor Van Helsin, siente que el amor entre Mina y él debe sobrevivir.

Una genial y visualmente espectacular propuesta que rompe moldes con el personaje. A pesar de tomarse algunas licencias si lo comparamos con el libro (referente al comportamiento y naturaleza de algunos personajes), sigue siendo la película más fiel a la novela de Bram Stoker.


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